BODA EN CANDELEDA (AVILA)

Este sábado hemos compartido con Mónica y Jóse una de las bodas más íntimas y familiares que hemos hecho hasta la fecha. Además de un tremendo catarro, nos hemos traído otras muchas sensaciones, emociones, imágenes y sentimientos que quisieramos contaros.Jardines del hotel rural Nabia

El fin de semana comenzó el viernes con nuestro viaje a Candeleda (Avila) un precioso pueblo con un microclima propio situado en las primeras escarpaciones de la sierra de Gredos, muy cerquita de las provincias de Cáceres y Toledo. La temperatura era ideal, no sabíamos si nos encontrábamos junto las altísimas montañas de Gredos o junto a la costa mediterranea, rodeados de palmeras y cenando en una terraza en manga corta.

A las doce de la mañana del sábado ya estábamos con el novio y su hermano, para acompañarles a recoger las flores de la boda a Arenas de San Pedro, un pueblo cercano a Candeleda, famoso por las Cuevas del Águila. Mientras conducíamos hacia este pueblo no podíamos de admirar las rocosos picos de Gredos iluminados por el sol de un día estupendo.  De vuelta pasamos por la peluquería donde la novia estaba terminando de peinarse, el pelo suelto, elegante, sencillo… tal y como se iba a desarrollar toda la boda.

¿Os he dicho que había 16 invitados?. Sí, 16 invitados. Y entre todos nos hicieron sentir uno más de esta ceremonia tan íntima. A 7 kilómetros de Candeleda se encuentra uno de los hoteles más acogedores y especiales que hemos visto nunca, Hotel Nabia, al que sólo se puede llegar por una pequeña carretera comarcal que en último kilómetro alterna camino de tierra con pequeños tramos asfaltados. Un hotel apartado, en medio de la montaña con unas vistas increíbles (por un lado el Valle del Tíetar, y por el otro, Gredos).

Boda íntima y con encanto en el Hotel NabiaBesos, risas, abrazos, charlas, fotos, detalles… todo eso antes de poder disfrutar de un delicado coctel en una pequeña terraza del hotel… y del plato estrella de la comida… una paella preparada por Iñigo, uno de los propietarios del hotel que se pasó varias veces por nuestra mesa para preguntarnos si todo estaba bien o si necesitábamos algo (esto no ocurre siempre en los hoteles en los que trabajamos, casi más bien, ocurre lo contrario). Por cierto, la tarta de chocolate casera, y el helado de yogur casero también, con mermelada de tomate y hierbabuena, los recordaremos durante mucho tiempo.

Poco tiempo después, los novios ya estaban preparándose para la ceremonia que se celebraría en el Santuario de la Virgen de Chilla, un poquito por debajo del hotel, a unos dos kilómetros de distancia. Jóse y Mónica, compartían habitación, y allí comenzaron a arreglarse juntos. La verdad, nos sentíamos como Gran Hermano, Mónica se maquillaba, y Jóse se afeitaba como si no estuvieran siendo observados por tres cámaras. Una auténtica gozada para nuestro estilo documental o periodístico. La habitación suite, al igual que el resto del Hotel Nabia, estaba diseñada y decorada con un gran gusto, elegante y campestre al mismo tiempo, con ese punto vintage tan de moda. Suelos de madera blanca, cortinas hechas a mano, grandes ventanales hacia la montaña, una pequeña terraza… ¿y la televisión?, la verdad… me costó encontrarla. Pero para qué se necesita en un hotel como éste.

Después vino la pequeña e íntima ceremonia oficiada por un tio de la novia en el Santuario de la Virgen de Chilla, rodeados de naturaleza por todos los lados. Como hasta ahora, todo fueron facilidades por parte de los novios y los invitados.  Para la salida de la pareja, Mónica había preparado unos pequeños cucuruchos de papel con pétalos y unos botes de agua con jabón para hacer pompas (parecía que había leído nuestra sección de consejos).

Nos encantan las prepodas porque sirven para que todos nos conozcamos mejor, y para que los novios pierdan el miedo a colocarse delante de una cámara, y a ser observados por unos “desconocidos”. Y eso, como en tantas veces nos ha sucedido, se pudo ver claramente en la sesión fotográfica con Mónica y Jóse. Rodeados de castaños, robles y rústicas fuentes, fue facilísima ya que después de haberles hecho la prepoda por las calles de Salamanca, los novios posaron como si llevaran haciéndolo toda la vida.Hotel rural con encanto

De vuelta al hotel, los invitados estaban esperándonos charlando en el acogedor salón de este hotel rural del que nos hemos quedado completamente enamorados. Estábamos como en casa. De verdad. Nos sentíamos observadores privilegiados de una fiesta íntima, personal y familiar en la que nuestra presencia no interrumpía el desarrollo natural de las cosas (siempre manteniendo una respetuosa distancia para no romper ese ambiente tan especial que los novios habían buscado organizando una boda como ésta).

Por último, el baile. No pudo ser de otra manera. Improvisado. Salió solo. En un pequeño salón, los novios se abrazaron y se dejaron llevar por la música, invitando a todos a los que allí estaban a que les acompañaran. Llegó la hora de irse porque ya teníamos todo lo necesario para contar lo que allí habíamos vivido.

El trato hacia nosotros por parte de los novios, invitados y propietarios del Hotel Nabia fue exageradamente buena, preocupándose en todo momento por nuestras necesidades. Todo en este hotel está hecho con mimo; su decoración, el menú, su preparación con productos naturales de la zona, el servicio personal… no pudo haber un lugar mejor para celebrar una boda tan especial, y con tanto en canto como ésta.

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