Supongo que estaréis cansado de escucharme decir que soy afortunado de ser videógrafo de bodas. Soy afortunado porque hago lo que me gusta, tengo el respeto y la admiración de la mayoría de los novios y novias que me contratan y soy afortunado porque no dejo de aprender.
Me gusta observar y me gusta escuchar. Y durante el tiempo que paso delante de la pantalla del ordenador editando los videos de boda (que son cientos de horas) tengo la oportunidad de ver y oir todo lo que las parejas, los curas o los amigos y familiares dicen a las parejas. Y es una suerte porque aprendo mucho sobre la vida y las relaciones humanas. En serio. Yo, por lo menos, lo veo así.
Una de las mejores partes de mi trabajo consiste precisamente en eso, en observar y escuchar para captar la esencia de los novios y novias. El saber qué les hace diferentes.
De Elena y Javier destacaría dos cosas, una de cada uno de ellos.
Me encanta ver cómo Elena mira a Javier. Es una mirada de amor, de admiración, de cariño. Y creedme, no siempre es así.
Elena puede parecer una persona dura, fuerte o introvertida. Pero no. No lo es. Creo que es exactamente lo contrario. Claro, si la comparamos con Javier, sale perdiendo porque él es muy, muy, muy extrovertido… y no le importa absolutamente nada mostrar sus sentimientos. De lo que está muy orgulloso.
De Javier destacaría lo buena persona que es. Parece un tópico. Pero es que a Javier se le va cayendo la bondad por todos lados. Los ojos. Los ojos nunca mienten. Lo suyos y los de todos.
Os decía que en los videos de boda me gusta captar que es lo que hace diferentes a unas parejas de otras para poder contarlo. ¿Pero sabéis qué es lo que la mayoría de los novios que conozco tienen en común?. Todos definen la felicidad de la misma manera. Para todos la felicidad es el ahora. El estar como están ahora. No quieren más. Quieren estar tranquilos y disfrutar de lo que tienen. De sus familias, sus parejas y su tiempo libre. Y de eso, también aprendo.
Por eso me siento afortunado. Me siento afortunado de conocer a personas como ellos y de aprender de todas estas cositas.
Elena y Javier se conocieron en Madrid, trabajando. Javier es de La Rioja (no os podéis imaginar cómo aman a su tierra esta gente… yo no lo sabía y flipé) y Elena de Madrid, aunque sus padres son de Salamanca, y por eso celebraron la boda aquí (Catedral Vieja y El Casino).
Ah!. Casi se me olvida. Hoy por hoy parece que si no te casas por lo civil en medio de un bosque tu boda es clásica o pasada de moda (cuántas veces me han dicho: ¿pero la gente se sigue casando?… bueno, ese es otro tema, que me voy por las ramas). Pero las bodas por la Iglesia también pueden ser divertidas, sobre todo cuando cuentas con un cura como Manolo que hace unas homilías divertidísimas y que sabe cómo ganarse al público sin discursos monótonos y pasados de moda. Todo lo contrario. Amable, simpático, alegre… hablando de cosas personales y cercanas.
Lo dicho, un placer.